Hace ahora justo un año, camino de Santa Faz, el presidente de la Generalitat, Francisco Camps, con el caso Gürtel pendiente de su imputación por cohecho, se encomendó a la Faz Divina y vaticinó que los efectos de la trama corrupta se resolverían "si Dios quiere, en muy poco tiempo". Doce meses más tarde, Gürtel no sólo sigue manteniendo en jaque al PP y al Consell, sino que, además, sigue limitando al máximo el margen de maniobra de Camps, sin apenas agenda pública en la Comunidad y ayer ausente, por vez primera desde que llegó a la Generalitat, de su cita con la Peregrina; y mantiene casi paralizada la acción de un Gobierno con cuatro consellers alicantinos de los que sólo uno -Mario Flores, titular de Infraestructuras- cumplió con la convocatoria social de mayor importancia que se celebra en la ciudad de Alicante.

Pero, además, la situación del Consell y, sobre todo, la falta de Camps -considerada un error por muchos de sus seguidores- se agrandó ayer con la asistencia a la Peregrina del ex presidente de la Generalitat, Eduardo Zaplana, líder espiritual de la cúpula del PP de Alicante, el único que no responde a los dictados de Camps. El ex ministro, y ahora directivo de Telefónica, capaz de concitar por sí mismo la atención mediática y política sin pronunciar palabra, acaparó todo el protagonismo de la comitiva y convirtió en clamorosa la ausencia del jefe del Consell, en su enésimo viaje del año, en esta ocasión, a Bruselas y alejado de actos que le puedan originar situaciones o preguntas incómodas.

Eduardo Zaplana no se escondió. Cinco minutos antes de las ocho de la mañana, el ex presidente de la Generalitat -que había comunicado su presencia la tarde de antes a la Subdelegación del Gobierno- llegó a la Concatedral de San Nicolás, el punto de partida de la romería. Sus "amigos", como ellos mismos se definen, desayunaron en las inmediaciones del Hotel Amérigo, donde Zaplana se alojó, y le acompañaron hasta el arranque de la Peregrina. Como en los viejos tiempos. El ex ministro llegó con Joaquín Ripoll, presidente de la Diputación; con los diputados en el Congreso Macarena Montesinos y Miguel Peralta; el senador Miguel Ortiz, el diputado provincial Juan Molina, el director de Suma y el gerente de Recursos Humanos de la Diputación, José López Garrido y José Antonio Rovira, respectivamente; y el vicepresidente de la CAM, Armando Sala. Con la excepción de Ripoll, que acompañó a la reliquia junto a la alcaldesa, Sonia Castedo, cumpliendo con su papel institucional, fueron sus escuderos durante todo el camino.

Hasta el punto de que, en la aglomeración de la salida, Zaplana se retrasó y el resto de ese grupo le esperó hasta que remontaron para alcanzar la comitiva oficial, en la que transitaron a la distancia justa. Juntos, pero no revueltos. Lo suficientemente cerca como para hacer notar su presencia, pero también a unos metros prudenciales como para evitar aparecer en las imágenes institucionales. No hizo falta. El ex ministro fue la "estrella" frente a una comitiva huérfana con la ausencia del presidente de la Generalitat, comentada, a su paso, por peregrinos que aludían a la falta de Camps y que se sorprendían por la presencia de Zaplana, quien, desde que pasó a la empresa privada, ha tratado de evitar interferir en la vida política valenciana a sabiendas, sin embargo, de que su presencia no sólo sigue generando expectación, sino que desata los nervios entre las huestes del campismo.

Ni siquiera le hace falta hablar. Zaplana no pretende volver a la vida pública. Lo hace por mantener contacto con sus "amigos" y por pura diversión. Fiel al esquema de sus últimas presencias públicas en la provincia, Zaplana no quiso realizar comentarios. Apenas unos apuntes sobre el Hércules en la carpa patrocinada por la Diputación para tratar de insuflar ánimos a la afición blanquiazul en la carrera por el ascenso; y una escueta declaración a una emisora de radio en la que, preguntado por la ausencia de Camps, se limitó a señalar que más allá de las ausencias de unos o de otros, sólo esperaba que los alicantinos pasaran una buena jornada festiva. Sólo con eso, el ex presidente de la Generalitat se ganó casi todo el protagonismo.

Enfrente, los campistas se afanaron en defender a Camps con los mismos argumentos de los últimos días. La alcaldesa Sonia Castedo o el secretario regional del PP, Antonio Clemente, -debutante en Santa Faz- insistieron en el soniquite de los últimos días: Camps viaja a Bruselas para defender los intereses de la Comunidad. Y el presidente de la Generalitat estará en Alicante el próximo 24 de abril para la veneración de la reliquia, que, por vez primera, se podrá tocar. Pero nadie se creyó la excusa. En los corrillos populares sólo se hablaba de los efectos del caso Gürtel, pendiente de la decisión del Supremo y del camino que acaba tomando la investigación del sumario en el que se documenta una supuesta financiación ilegal de los populares valencianos.

Con Camps ausente, Castedo, obviamente, asumió el mando del campismo arropada por su grupo de concejales al completo, pero también por el citado Clemente, el delegado del Consell y vicesecretario general del PP, José Císcar; o el responsable de Organización de los populares, David Serra. De la Generalitat, sólo Mario Flores cumplió de entre la nómina de consellers alicantinos. Ni Gerardo Camps -también en Bruselas-, ni Angélica Such, ni Trini Miró acudieron. Sí estuvieron los vicepresidentes Vicente Rambla y Juan Cotino, la titular de Turismo, Belén Juste; y la consellera de Agricultura, Maritina Hernández. La presidenta de las Cortes, Milagrosa Martínez, y el Síndic de Greuges, José Cholbi, completaron la nómina oficial.

No faltaron parlamentarios -tanto en Bruselas y Madrid como en las Cortes o la Diputación- caso de la eurodiputada Eva Ortiz, la senadora Miriam Blasco, diputados autonómicos como Antonio Peral, Elisa Díaz o el también alcalde de Crevillent, César Augusto Asencio, o la diputada provincial Virginia Romero. Tampoco se perdieron la cita los alcaldes de El Campello y Benissa, Juan Ramón Varó y Juan Bautista Roselló, respectivamente o el primer edil de La Nucía, Bernabé Cano, que compartió conversación durante un rato con Zaplana, todos ellos también con escaño en el Palacio Provincial; ni los alcaldes de Aigües, Pilar Sol, y Callosa d'en Sarrià, Batiste Saval. También estuvo la directora genera de la Ciudad de la Luz, Elsa Martínez.

La celebración religiosa, juntos pero marcando distancias, unió a unos y a otros. Pero luego, para reponer fuerzas, cada uno tomó su camino. El ex ministro y Ripoll con los suyos. Y la alcaldesa, por su lado. El ex ministro no se marchó en seguida. Comió en un céntrico restaurante junto a algunos de los que le acompañaron. Fue protagonista. Y Zaplana lo sabe.